La creatividad tiene un lugar especial en la capital sueca. Galerías, museos, tiendas, incluso la red del metro, dejan claro que el arte es la esencia -nada secreta- de esta ciudad.


No puedo preguntar al conductor si la ruta de su autobús es la que me acercará a mi destino. Puede ser que hable inglés, pero ¿y si no? ¿Qué sigue después? ¿Cómo me escapo de ese incómodo momento? Así que lo mejor es subir, sentarse y hacer creer a los demás -y a uno mismo- que sé muy bien adónde voy. Pero cuando el centro de Estocolmo se va quedando atrás y comienzan a aparecer zonas de tintes industriales y portuarios, comprendo que he acertado.
            Bajo justo frente a un templo que ya buscaba desde antes de llegar a Suecia: me refiero al Magasin III, sitio destinado al arte contemporáneo que se localiza en lo que fuera un almacén de Frihamnen –el antiguo puerto de Estocolmo- donde se albergan exposiciones de artistas internacionales. Hace 25 años aquí se movían mercancías, costales, cajas… Hoy se exhiben obras de arte provenientes de todas partes del mundo. Se trata de una de las galerías/museos más importantes de Europa: facilidad nata que tienen los escandinavos en todo este asunto visual y conceptual.
En el edificio principal sucede lo propio que suele pasar en un sitio como este. Entre una sala, un pasillo y arribar a otra sala, el rosto y las sensaciones transitan por un gran abanico de emociones. Pero hay que guardar energía para el espacio que llaman Accelerator, donde la cultura, la ciencia, la experimentación artística y sobre todo la creación, trabajan sin descanso. El resultado no puede ser otro: lo que era un antiguo laboratorio de física de la Universidad de Estocolmo, se ha convertido en un escenario irrepetible de exposiciones y actividades relacionadas con el universo del arte.
Mismo conductor y mismo comportamiento mío. Incluso elijo el mismo asiento. Lo único que cambia es la ruta del autobús. Ahora vamos en sentido inverso. El destino es un clásico de Estocolmo y sobran letreros por las calles para saber dónde se encuentra, algo que ayuda a saber anticipar la parada.
            Para llegar a mi siguiente destino debo incluir una caminata que me lleve a la isla de Skeppsholmen y una vez que esté en ese lugar de nombre impronunciable, entraré a Moderna Museet, que no es otra cosa que el destino ideal para todo aquel que busque arte moderno y contemporáneo. Aunque algunos también lo eligen para robar: en 1993 dos obras de Braque y seis de Picasso (alrededor de 6o millones de euros) fueron extraídas por profesionales de esas artes. Tres Picassos regresaron a casa.
El edificio actual fue diseñado por el Rafael Moneo, considerado por muchos como una de sus obras más importantes. Un honor para un inmueble que aloja grades piezas de la historia del arte reciente. Hablamos de firmas del tamaño de un Matisse, un Duchamp o Picasso y de exposiciones temporales con invitados importantes.
            La salida presenta una pequeña trampa que no tiene que ver con la clásica tienda de museo: se trata del acceso al Centro Sueco de Arquitectura y Diseño, un manjar sabiendo lo que este país aporta en este rubro casi por minuto. Así que la agenda requiere ajustarse una hora, como mínimo.
Cuando regreso a tierra firme me espera otro de los motivos que me trajeron a esta ciudad: caminar por sus céntricas calles y localizar todas aquellas tiendas dedicadas a vender -y casi exponer, por la forma en que las decoran- el arte del diseño volcado en muebles, libros y toda clase de objetos.
El barrio de Östermalm es el mejor para llevar a cabo esta búsqueda de locales originales, por dos motivos principales: uno tiene que ver de forma directa con esta ruta de arte escandinavo y el otro, con visitar Saluhall. Es un mercado donde el salmón y el arenque, entre otros manjares, están listos para degustarlos de inmediato. O no, quizá primero habría que gozarlos visualmente.
            El artista David Hockney dijo alguna vez que “no es necesario creer en lo que dice un artista, sino en lo que hace”; en Estocolmo ver lo que hacen no deja otra posibilidad que la de creer en ella.

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