Las fachadas de los edificios de Cataluña no son solo muros que separan el interior del exterior, son pieles que cuentan historias, que respiran bajo el sol y se resisten a la humedad. Trabajé para Saint Gobain documentando esas pieles, capturando el momento en que los materiales que definen una estructura—con sus texturas, sus brillos, sus sombras—se encuentran con la luz, con el aire y con la ciudad. Cada foto, más que un simple retrato de arquitectura, busca mostrar la conversación entre la materia y el espacio, entre lo nuevo y lo que persiste. Entre el vidrio, el cemento, y la luz, hay un diálogo eterno, un juego de transparencias y de fuerza. Porque cuando un edificio respira, no hay forma de no notar el peso de lo que está hecho para durar.

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